Travesuras de un gato

El cártel en la puerta de la escuela había dejado a Elena sumergida en su fantástico mundo interior toda la mañana. 
Ni bien llegó a su casa, se dirigió a su pequeño altillo, en el taller de su papá y se sentó frente a su mesa de dibujo. Sus ojos brillaban contemplando la hoja en blanco y la paleta de colores, que descansaban serenos, esperando los trazos que comenzarían a nacer. Pero, al final de la tarde, cuando su padre la llamó para cenar, la hoja seguía desnuda de cualquier dibujo.

-¿Cómo está quedando?- le preguntó su papá.

-Todavía no tengo nada definido, puro garabato...- resopló Elena

-Bueno, paciencia, ya irá apareciendo; todavía queda mucho tiempo para el concurso de dibujo. Estoy seguro, que vas a hacer un trabajo muy bonito.

-Es lo que más quiero, papá ¡ganar el concurso!

-Lo importante es que lo que presentes lo hagas con amor, pensando en darle a los demás algo que nazca de tu corazón. Si, además, ganas el concurso, ¡mucho mejor! -exclamó haciéndole cosquillas en la panza- Todos quieren ganar y van a dar lo mejor de sí, por eso todos los trabajos son especiales, todos. No lo olvides.

-Si, papá -respondió Elena pensando en que ella quería ganar la dorada medalla y el set de dibujo que, sabía, sus padres no podrían regalarle en mucho, mucho tiempo y sacrificio.

Las semanas pasaron lentamente; Elena pasaba largas horas en su altillo sin conseguir algo verdaderamente digno de un Concurso Intercolegial de Arte. La fecha para presentar los trabajos se acercaba con  rapidez, pero las ideas no. Estaba preocupada, ofuscada y enojada consigo misma, porque no lograba dar con lo que quería crear: un dibujo que naciera de su corazón.

Por fin, el día llegó. Había que presentar un trabajo esa misma mañana o se quedaría fuera de certamen. Con resignación entró en su altillo, pensando en enviar al concurso, tal vez, algunos de sus trabajos viejos. No entendía qué pasaba; solía dibujar a diario, y ahora, cuando más necesitaba un buen dibujo, nada surgía. Lo había probado todo: lápiz, acuarelas, acrílicos, témperas, hasta pensó en hacer algún collage, pero nada, nada salía bien. 

-¿Ya estás lista? -preguntó su mamá desde el pie de la escalerilla que conducía al altillo- Se nos está haciendo tarde, apúrate.

-Enseguida voy, mamá. Tomo el dibujo y nos vamos...

El único problema era que no tenía ningún dibujo. Abrió resignada la puerta del altillo y al mirar sobre su mesa de trabajo no podía creer lo que descansaba sobre ella. Era una verdadera obra de arte, llena de brillo y color, pero... ¿quién lo habría dibujado? Coco imposible, nunca había entrado al altillo durante toda la tarde; quizá en la noche, pero... no. No podía ser de él. Era perfecto para el certamen, una obra de arte abstracto que nadie presentaría, aunque... ella no lo había hecho. Si Coco anduvo jugando con sus pinturas, y veía su dibujo a nombre de Elena, la iba a delatar y todo se iría por la borda. ¿Qué hacer?

-Elena -la llamó nuevamente su madre- Apúrate, hija, que vamos a llegar tardísimo.

Un tímido maullido deslizándose debajo de su mesa de dibujo, reveló la identidad del misterioso y talentoso autor.



-¡Ceniza! ¡Fuiste vos! Mirá tus patas... ¿Cuántas veces te dije que no te metieras acá? ¡Mirá lo que hiciste...! -y después de un silencio, exclamó feliz- ¡Una verdadera obra de arte! Gracias Ceni, ahora sí, ¡voy a ganar el concurso!

Acomodó rápidamente sus pinceles y témperas, tomó el dibujo y lo firmó: Elena, "Travesuras de un Gato".

Después, se aseguró de que Ceniza no saliera del altillo hasta que regresase y pudiera quitarle la pintura de las pata y la cola, o sabrían quién era el verdadero autor de la obra, y tendría que salirse del concurso por tramposa... "Pero es una trampita piadosa" pensó, mientras salía del altillo.

-¿Te gusta mamá? 

-Es muy hermoso, hija. -respondió su mamá orgullosa- Viste que ibas a lograr un gran trabajo. Estoy muy orgullosa de vos.

La respuesta de la mujer, hizo que se sintiera un poco culpable, pero no estaba dispuesta a renunciar al ansiado premio.

Al llegar al colegio, todos elogiaron su trabajo.

-¡Felicitaciones, Elena! -le dijo su maestra- Estoy segura que este dibujo va a representar nuestra escuela y ganar un muy buen puesto. ¡Excelente trabajo!

Representar nuestra escuela. ¡Qué felicidad! Pero... ella sabía bien "quién" iba a representar a la escuela y ganar un muy buen lugar...



Después de una semana, todos estaban reunidos en el patio de la escuela, esperando que la Directora diera los nombres de los mejores trabajos y el gran ganador que representaría el colegio en el Concurso Intercolegial de Arte. 

-Seguro que mi hermana va a llevar su dibujo a la Capital y a ganar, ¡es la mejor! -comentó Coco a sus compañeros, con gran orgullo.

Elena lo escuchó y sintió remordimiento. 

Finalmente, la Directora anunció:

-El 1er. lugar, que va a ir a la Gran Capital a representar a nuestro querido colegio es: Elena, "Travesuras de un gato"

-¡Sí, -exclamó Coco con un salto- mi hermana es la mejor!

Y corrió a felicitarla. Elena recibió feliz el gran honor de representar a su escuela en el certamen y, para alivianar la culpa que sentía por estar mintiendo, se dijo: "Voy a hacerle un gran regalo a Ceniza, lo merece". Pero,... ¡qué regalarle a un gato! Ya se le ocurriría algo. Era lo justo.

Finalmente, el momento había llegado. Mañana iría con el dibujo de Ceniza a la Capital para participar en el Intercolegial. Ceniza la miraba al pie de la cama; su gesto le pareció extraño a Elena y sintió que el animal le reprochaba su mentira. "Es imposible, se dijo, no tiene manera de saber que hice". Y se levantó para vestirse e ir a la escuela. Al entrar en la sala miró al pasar la pequeña imagen del Sagrado Corazón, a los pies de la cual, su mamá le había enseñado a rezar. "Ceniza no sabe", le dijo una dulce voz interior, "Pero vos y yo sabemos lo que pasó"

-¿Qué pasa pequeña? -le preguntó su papá- ¿Nerviosa por el viaje de mañana? Tranquila, hicistes un gran trabajo y, más allá de los resultados, todos estamos muy orgullosos de tu gran esfuerzo.

-Papá... -susurró casi a punto de llorar- no puedo mentirte, yo no hice el dibujo. -y, lentamente le contó todo lo que había pasado- ¿Qué tengo que hacer papá? Después de todo, Ceniza es solo un gato, ni siquiera sabe lo que está pasando con su dibujo...

-Ceniza no tiene idea que hizo un "dibujo" -respondió su papá- Él solo se quedó encerrado en el altillo y manchó la hoja buscando donde acomodarse para dormir... Yo creo que vos sí sabés qué tenés que hacer.



Elena estaba feliz. La Gran Capital era mucho más hermosa de lo que se había imaginado. El padre estacionó la camioneta frente al enorme edificio donde se realizaba el Concurso Intercolegial de Arte y toda la familia descendió del vehículo. 

Al verlos entrar, todos reconocieron al autor del dibujo más comentado del Concurso, que había recibido una mención especial fuera de certamen. Elena posó orgullosa con Ceniza en sus brazos junto al cuadro que se exponía en un rincón especial, con la leyenda al pie: "Ceniza, Travesuras de un gato"



Ale Soria.


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